Porque yo lo valgo




Porque yo lo valgo

La presencia no concluye, Serge Arzoumanian
Antiguo Convento Santo Domingo, La Laguna
Del 3 de julio al 8 de agosto de 2020



E
ntre septiembre de 2017 y septiembre de 2018, en el Museum of Fine Arts de Boston, se pudo ver Reflections, una exposición con grandes obras de Rothko. Además de por lo evidente, es destacable porque esta muestra se integraba dentro de un proyecto curatorial que planteaba un reto singular: que los espectadores permanecieran un minuto delante de cada cuadro. No parece demasiado ambicioso pero, si tenemos en cuenta que la media es de dos o tres segundos, el desafío es monumental; ralentiza nuestro ritmo 30/20 veces. La base de este proyecto es el convencimiento de que el arte puede ser un respiro en un mundo que nos abruma y, me permito añadir, también un acto de rebeldía.


En esta línea sitúo La presencia no concluye del artista Serge Arzoumanian quien nos regala un acto de resistencia en un mundo que, básicamente, te sube en una cinta andadora, aprieta el on y ahí te quedas. Arzoumanian insiste en ese fijarse en los puntos y aparte y no en los punto y seguido, por ello, siento literatura en su trabajo. Destaco de esta muestra el texto elaborado por él mismo como pieza artística y no como mero texto de sala. No dudo que así lo ha planteado porque, sencillamente, no puede ser de otra manera y es por ello que echo en falta un mayor resalte de este texto en la muestra, un lugar más encumbrado, que lo merece.

Su alusión a Franco Berardi me parece absolutamente pertinente y ese suyo semiocapitalismo en el que informatización total de los procesos de producción hacen que los códigos informáticos pongan los límites de lo que debe entrar y salir y, señores, estos límites, son los nuestros pero no nosotros. Ese salir a la calle en modo protesta, indignados, rabiosos, hasta el mismísimo -no nos engañemos- no es apoyo a la causa, lo hacemos por nosotros mismos, nos lo pide el cuerpo, que se revuelve.

Arzoumanian plasma todo esto en piezas de factura excelente. Un trabajo de taller concienzudo donde materiales como cartón, madera o plástico adquieren elegancia, como pequeñas joyas. Me permiten imaginarlo en ese estado del que nos hablaba Stefan Zweig en El misterio de la creación artística al preguntarse: ¿dónde está el artista cuando crea? Pues, Serge está en su obra, escapado de esos límites, en un mundo otro. Y allí se lleva objetos cotidianos como un peine o un huevo a los que les priva de su funcionalidad y los artistiza en el sentido apuntado por Mario Perniola alertándonos de que eso que vemos es, quizás, otra cosa. Añade a todo esto otra de sus obsesiones, el diseño, pero no lo asume como un diseño estetizador sino creador de esa capa a la que alude Boris Groys que opaca lo que hay detrás, homogeneizándolo todo, ajustándolo a lo que debería ser, llevándolo por el buen camino.


Arzoumanian cierra su escenario aludiendo a lo infraleve -termino acuñado por Duchamp para caracterizar una filosofía de lo tenue- que constituye una de las formas más radicales de contracultura que se puedan concebir en esta nuestra iconosfera contemporánea que pretende, cueste lo que cueste, ocupar el mayor espacio visible a fin de hacerse más presente a los ojos del espectador/consumidor. Por tanto, cualquier acción que suponga trazar una línea divergente solo se puede calificar como actitud disidente. Y esta muestra, en primer y último término, trata de todo esto.

Salgo de La presencia no concluye satisfecha, con menos rabia, como si me hubiera dado un capricho. Me lo merezco porque... yo lo valgo.

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